CÓMO TRATAR UMA KABEZA DI ÁNGEL

Por Edgar Pou

Edgar Pou (1969, Barrio Obrero, Paraguay) es poeta y editor. Integrante de la editorial artesanal «Avagata Kartonera», llevó adelante la Primera Feria del Libro Kartonero (Asunción 2011) con la participación de diez editoras de países de la región. Realizó talleres de escritura creativa en las cárceles de Paraguay y en la cárcel de mujeres de Rosario, Argentina, y dio talleres de lectura y libros artesanales en los barrios periféricos de Paraguay. Coprodujo el CD de poesía Guatapu, voces poéticas de America Latina (2016). Desarrolló el proyecto audiovisual de promoción cultural «Poesía Jeré Jeré » (2014) y el proyecto de promoción de lectura «Ko’ape Lectura». Fue colaborador literario en «La Afinación Del Diablo» docuficción de Juan Carlos Lucas (2016).

Destrozar ángel es muy sencillo. Ay esa carne tierna, antikísima y llena de metáforas. Sin embargo, podemos aspirar a ser ñembo perfeccionistas para tv y mostrar la técnica impecable y convertirnos nesos verdadeiros profesionales di sorriso plastic. E ñatendé entao, one for the money, otro para o show, & koape ñañepyru esta pequeña instruccione inflabeu.

Precisamos uma faca beim filosa, tabla di madera o de plástico chines, uma cabeza de ángel y Paciencia (envuelta en papiros mimbipa).

Para comenzar, reiporavo vaera con pestañeos voraces, uma cabeza di angel, atrapado nela red del kaaru, antes abatido por los gekos subversos nel semen gris di uma cidade cualkiera como Asuncionlandia. Como en un dibujo de Ney Parkechi, subís la cabeza cortada por alguma guillotina que ahora abunda como rockola en cada copetin, la mostrás en alto, la urdimbre de los chillidos never ending de los mbopis transdeliran su bacardí por la penumbra (la cabellera del ángel se mueve como un cardumen loiro entreverado en tu puño).

Elije el papo adecuado, el mantra mirim y compacto para invocar el ambient. Depois sin reticencia alguna, con esas manos desnudas que a veces zarpan del deseo hacia la muerte, inicia la limpieza completa de la cabeza aún temblorosa del ángel. Por lo que más quieras no tokes su akarangue y niai quiero que me hables de sus ojos que aun miran, ni de su boca muy muy seca, un punto michimi qui parece torcida num dulce reclamo que nunca se hará sonido. Respirá hondo, rejuntando como un avaro tu oxigeno de una buena vez contra las rabias de tu cuerpo de punta a punta y empujá el filo del metal.

Pra fazerlo correctamente, mbeguekatumi re japota peteim korte longitudinale y depois retiras tutti esa sua piel tan cotizada, esa makumba kabrona qui delicia los soños de las poetisas prolíficas. Procura tirar los residuos con frialdad sonámbula y siempre recuerda (de eso depende la perfecta terminación de todo) limpiar cuidadosamente la superficie de la tabla de madera o di plastic, antes y depois de comenzar con la ceremony.

Todo esto ocurre mientras suena algo de Ravi Shankar o quizá de Galundia Bustrofedon Bands, non sé. Dando un vistazo a la escena podemos verte colocar la cabeza del ángel, totalmente pelada, una pulpa de rojo ardiente nel centro de la tabla. Agarrás con elegante jeito la cuchilla, se ve en tu tovasy que lo hacés con cuidado y el sonido que deja escapar esa faca es casi una caricia di sucesivos electroshokis mientras hacés una y otra vez el mesmo korte longitudinale.

Just peteim sugerencia antes di que te entusiasmes di mais: se sabe por experiencia mesma qui es conveniente sacar el brote de luz que siempre hay nel centro de la cabeza del ángel. De lo contrario nadie podería contar la historia. Para ello, realiza un korte kind of rosa vaivento, un esquizo trazo incompleto y arrancale en um flash esa parte central y devóralo allí mismo. Generalmente, el tal brote tiene un color verdoso o amarillento que te empuja hacia cierta piedad. Non pasa nada. Tranki. Ya sos inmune a partir de ahí. Y non ti olvides: cuanti máis kortes realizás, más pequeños serán los divinos trozos del ángel.

Luego haces girar la cabeza del ángel a noventa grados y sin olvidar que hay que apoyarlo nuevamente nel centro de la tabla, das por enésima vez otra serie di preciosos kortes de manera aleatoria. Es cuando la music se apaga de repenchi y ya no te sirve ningún consejo que te diga chake, teim cuidado con la cuchilla pora, es que ya tenés ese filing di ke ese metal es como si fuera parte de tus manos. Parte de tuo corpo agora nuo, agitándose makinalmente y manipulando como un ventrílocuo esa pelota de carne. Ya será de noche? Entonces volvés a girar la cabeza feroz sobre la tabla michimí. Nesa escena tratamos de ver algún sudor en tu cara. Niai, parece que sos un pombero de cera. Nese momento debes realizar kortes transversales y no es poca la ilusione ya que di ésta manera, obtenemos ángel picado finitamente mil veces, listo para el consumo ritual realizando solamente os tres simples movimientos antes narrados.

La cabeza di ángel podei cocinarlo num bife a lo pobre o utilizarlo crudo como condimento numa ensalada purete o tal veiz como anticlímax para cualquier ñembo análisis estilistiko que siempre quiere aparecer al final de un encontro azaroso con lectores kiskillosos.

Se ha descubierto que el angel es un alimento milenario y beneficioso para nuestra salud. Pero sujeto férreamente a oscuros tabúes que lo han apartado de ser un bien para tutti la globolandia, nunca ha sido posible en los tiempos modernos gozar merecidamente di ese manjar. Quizá tu show haga qui eso cambie y podamo probar cada tanto uma buena cabeza di angel.

Las penas del cran

No me gustan los alacranes. Ojalá tuviera la suerte de no poder encontrarlos nunca. Pero cada verano aparecen. Como siempre, desde que me acuerdo, incluso desde cuando aún ni les conocía el nombre. Y cada vez estoy más cerca de la temida picadura. Aunque hay que decir que la mala suerte hasta ahora ha sido solo para ellos, ya que el toparse conmigo solo significa su muerte. Y ahora, al mirar nuevamente a este que acabo de aplastar, lo encuentro más bien pequeño y pálido, incapaz de inyectarme ese veneno total que me detenga de una vez por todas. Y casi con ternura contemplo estas sus patas traslucidas, que pese a estar inmóviles para siempre aún arrojan guiños de un rojo opaco pero letal. No importa. Ahora ya solo es uno menos que me acecha. Y como siempre les digo a los clientes que a veces rezongan por lo excesivo de la cuenta “la piedad y el calor no combinan para nada”. Eso. Y ni hablemos de tantas botellas de cerveza, vacías y titilantes, gordas de aire caliente y fermentado, acechantes como grillos sin tema de ruido, en sofocante alineación alrededor de estas paredes, embutidas inexorablemente en sus gastadas cajas de plástico rojo. A veces pienso en las veces que habré manoseado esas botellas y contengo la respiración hasta casi hacerme daño, solo para tratar de impregnarme de un modo casi lujurioso con el minucioso silencio que impera acá en la penumbra. El silencio que se derrama de esas botellas y que solo beberé yo.

Los ruidos de la calle se intensifican a medida que la noche muere y el amanecer se aproxima, inventando su retorno: tan poco esperado por todos. Realmente en esos instantes lo que me llega del mundo es delicioso, porque solo son débiles ráfagas de algo que ya no me puede hacer daño o intervenir en mis cosas. Hace como una hora que me he escabullido del ajetreo del bar. Y he venido al depósito de bebidas que Malonio ha mandado construir hace como un año, cuando se hizo evidente para los dos que las cajas de cerveza y gaseosa ya no tenían cabida al costado del mostrador. Y si bien no he podido dormir nada, echado en la hamaca que cuelga sempiternamente al fondo del depósito, venir acá al menos me ha servido para descansar mis huesos adoloridos.

Hoy ha sido un día particularmente agotador. Una marea de gente jamás vista. El mundo y sus zarpazos, guau qué frase. Sé que la mayoría de los clientes a estas horas ya ni nota mi ausencia. Cada cual está atornillado a su mesa y urdiendo mil historias para intentar revivir ese cadáver del tiempo que le queda, historias con variantes cada vez menos inesperadas como una picadura sin sorpresa.

Cajufacci

Estou na casa humana aún, pero bebiendo desa gostosa miel verde de la absenta y escribiendo as últimas palabras del ser humano que fui. Antes de que llegue el sol de un día cualquiera y yo me convierta definitivamente en la sabia de un puñado de arboles con los cuales intercambiaré mi sangre hasta que ya no me quede máis ninguna nel mio corpo, he decidido dejarles mi secreto. Antes de irme y tener que abandonar for ever este lenguaje humano y empiece a ser eso que tan estúpidamente se designa por clorofila.

A mim se me deu en inventar el Cajufacci, el primer interconector genitovirtual compatible con las plantas ere erea que permitía trasmitir y recibir sensaciones humanas hacia ellas y sentir nosotros las suyas con etiquetas de imagen frutifagas y percibir los especiales gemidos y escalofríos del laser lamiendo en pleno ultramar celular.