SÓLO EL PUEBLO SALVARÁ AL PUEBLO

POR CONDE RAMOS

Más allá de lo que digan los intelectuales de izquierda y de derecha, la legitimidad de todo proceso transformador la da el sujeto histórico. Siempre ha sido así, lo demuestra la Historia. En la Argentina, el ejemplo más claro y determinante hasta ahora fue el 17 de Octubre de 1945.
Es el pueblo quien legitima cualquier hecho político que transforma la realidad. Por eso las discusiones que en las altas esferas dan los burócratas de uno y otro bando son estériles.
La legitimidad, siempre, la dan los trabajadores. Ninguna legitimidad confiere esa militancia del confort que son las redes sociales. Tampoco las declaraciones altisonantes.
Menos todavía esos gestos ampulosos de revolucionarios presuntos o de predicadores del libre mercado, arrogándose funciones que ni la política les atribuye ni la sociedad les asigna.

Compatibilizar la ideología con la política
Es ideológicamente correcto no pagarle al Fondo Monetario Internacional (FMI) la deuda que esta institución de Washington reclama. Pero tal decisión política debe estar acompañada por la conciencia social para gozar de legitimidad.
Nuestra desastrosa construcción política fracasó rotundamente en el seno del pueblo. Prueba de ello es el triunfo de Cambiemos en las elecciones legislativas de 2021.
Y según encuestas publicadas recientemente el 67% de la ciudadanía adhiere a la negociación con el FMI.
Un hecho revolucionario, un acto de gran impacto contra los intereses hegemónicos, siempre debe estar acompañado y respaldado por la conciencia social. Caso contrario, queda solo para el regodeo de los intelectuales, se reduce a un simple gesto para la tribuna.
¿Qué autoridad pueden tener, con qué observancia y militancia pueden contar los dirigentes que hacen políticas desde el aparato? Un aparato que lamentablemente ha cristalizado en la perversidad súper estructural. En el dedo, en la rosca, en todas las deformaciones que le hacen zancadillas a la participación popular.
Para el aparato, para los poderosos, el sujeto histórico sólo tiene validez electoral.
Pueden existir dirigentes que hacen oír su encendido y radicalizado discurso.
Pueden componer documentos bien elaborados. Pero sin una correcta construcción
política, discursos y documentos terminan siendo una gran mentira.

Nuestras propuestas contra la inflación
Estamos convencidos de que el fenómeno inflacionario es producto de las componendas entre los formadores de precios (los sectores más concentrados de la economía) y los medios de comunicación hegemónicos, espontáneamente subordinados a las estrategias del Departamento de Estado norteamericano. Más allá de los matices de cada caso, tales estrategias debilitan a las democracias latinoamericanas y a los gobiernos populares, y conducen de por sí al desenlace de un “Golpe Blando”. Instrumento cuya eficacia para derribar al Poder Ejecutivo fue probada en Honduras, Paraguay, Brasil y Bolivia, e intentada en Ecuador y Perú.
A la debilidad, encontrar vías de empoderamiento. Y recurrir a la experiencia de las que ya se transitaron con buen éxito. En primer lugar, proponemos implementar en el orden nacional federal un programa análogo al programa provincial Billetera Santa Fe.
Que brinda, en locales adheridos, descuentos en alimentos, indumentaria, calzado, productos farmacéuticos, informática, artículos del hogar, y ha sido adoptado ampliamente por jugueterías, librerías, mueblerías, bares, restaurantes y la industria del turismo, por citar solo algunos rubros.
En coordinación con este programa que favorece el consumo popular y el comercio nacional, la Secretaría de Comercio Interior federal se dotaría de una estructura interna especializada, que diariamente exponga los precios testigo. Esto perfeccionaría un programa que –ya se demostró en Santa Fe– da muy buenos, comprobados resultados.
Es un control popular del ‘precio justo’. Si al utilizar la Billetera Nacional, los precios de un bien o servicio en un comercio o agencia no compatibilizan con los precios testigo, entonces la billetera no funciona.
La segunda parte de nuestra propuesta consiste en sacarle 3 puntos del IVA a 20 productos de la llamada “canasta familiar”, y, en este contexto, implementar el impuesto a la riqueza.
Pero más importante sería poder llegar a un más activo control ciudadano de la inflación mediante un boicot instrumentado desde la CGT o los gremios.
Se podrán implementar desde el Gobierno nacional las mejores medidas contra la inflación.
Pero las disposiciones ordenadas por los gabinetes ministeriales, los ministerios del área económica, las autoridades bancarias centrales nunca alcanzarán de por sí. El cálculo y el acierto, por atinados que resulten, siempre se quedarán cortos.
Porque para dar y ganar esta pelea hay que empoderar al pueblo con herramientas posibles y viables. Porque sólo el pueblo puede hacer que en esta pelea gane el pueblo.