CON LA DEMOCRACIA FORMAL – NO ALCANZA –

 

Por Conde Ramos

La disputa geopolítica con China mueve hoy a Estados Unidos a una permanente reformulación de sus estrategias globales.
La actual administración demócrata de Joe Biden ha puesto en marcha una política de mayor acercamiento y compromiso con la Unión Europea. Evocando la sociedad histórica que lo une al Viejo Continente, en su relanzada diplomacia Washington enfatiza la necesidad recíproca (y conveniencia mutua) de aunar todos los esfuerzos en el conflicto comercial con el gigante asiático.
Para con América Latina, la estrategia es muy diferente. Antes que buscar acuerdos que funcionen de contención, contrapone al avance comercial de China el propio control político de la zona.
En este control asume su verdadero rol de patrón de Occidente. La endeblez que provoca en los gobiernos de la región no tiene otro objetivo, ni a la larga otro resultado, que el sometimiento político.
La ecuación gobierno débil = estado fallido es la puerta abierta al “golpe blando”.
La estrategia elegida para relacionarse con América del Sur y del Caribe no repara en el signo ideológico de quien ejerce el poder en cada país. Todos ellos, sin excepción, han quedado a merced de la decisión de sacar y poner gobiernos según respondan o no a las directrices de Estados Unidos.
Hoy se puede ver, más que nunca antes, cómo Washington actúa todos los días sin respetar su deber de no-injerencia en los asuntos internos de otros Estados, violentando un arraigado principio del Derecho Internacional. Sin miramientos, apoyando o censurando determinadas medidas, entrometiéndose sin tapujos en la vida interna de las naciones latinoamericanas, descalificando o aprobando, e incluso institucionalizando, todas estas medidas que significan una intromisión. Lo hace con la participación estelar de Luis Almagro, el secretario general de la OEA, como títere de las decisiones más dispares y a veces también disparatadas.
Argentina no sólo no escapa a esa tarea de debilitamiento del gobierno y las instituciones, sino que en ella incluso se acentúa aquella voluntad de que el país viva en una permanente situación de zozobra. A todo lo anterior se suma la particularidad de que la Argentina es un país geopolíticamente estratégico por su extensión, su vacío demográfico, su riqueza hídrica, proteica y minera. Y sobre todas las cosas, por el Atlántico Sur y su cercanía al continente antártico.
Dos herramientas utilizan para ello de manera especial. Cuentan con el accionar de sus socios locales, que responden a los designios del Departamento de Estado.
Una herramienta consiste en instalar, desde los medios de comunicación aliados al proyecto de Estados Unidos, la idea del caos, del desorden y la inseguridad en todas sus formas. Por un lado se exacerba ‘el país del desencuentro’, de ‘la grieta’. Por el otro, hay un permanente esmerilado de los partidos políticos y de sus referentes. Debilitada la política, despejado el terreno, resulta más fácil abrirles paso a los candidatos de las corporaciones y de la antipolítica. Con esta maniobra sostenida, absolutamente obcecada, aspira a desprestigiar al Peronismo porque es la fuerza en la que siempre naufragaron los planes imperialistas.
La otra herramienta consiste en presentar a la inflación –y en consecuencia al desaliento, la desesperanza– como una cuestión central de la Argentina. Para lograrlo, cuentan con la complicidad de los formadores de precios locales, y no escatiman esfuerzos ni reparan en las formas. ¿El objetivo? Sumergir al conjunto de la sociedad en la sensación de que está navegando, peor que a la deriva, a bordo del Titanic.
Esta situación nos impone la responsabilidad de dar respuesta de manera explícita. Por eso, al debate desordenado, anárquico y dañino que nos proponen vamos a oponer un debate ordenado, en función del país que queremos. Sin perder de vista que en la lucha contra la inflación será fundamental tener políticas para que sea el pueblo, empoderado y como protagonista principal, quien acompañe al gobierno en las medidas técnicas adecuadas para frenar el aumento sistemático de precios.
Pasar desde la puesta caricaturesca del programa Intratables, del sarcasmo de Jorge Lanata, las comparaciones derrotistas de Marcelo Longobardi y el pronóstico de una Argentina sin salida que plantea el medular y no menos agorero Carlos Pagni, hacia un debate serio, organizador, que apuntale el desarrollo productivo y la distribución equitativa de la riqueza que genera el trabajo argentino. Cambiar, en suma, la agenda del periodismo de guerra por una agenda propia y constructiva, superadora.