BCRA, ECONOMÍA, DESARROLLO Y PERONISMO. ¿ADÓNDE VAMOS?

Por César Crocitta y Bruno Capra [1]

Desde el Banco Central nos limitan el trabajo a los argentinos que queremos trabajar, nos demoran el desarrollo, el bienestar, la tecnología soberana y más. Queremos trabajo para todes y no lo vemos

Cristina, en su carta pública del 27 octubre de 2020, manifiesta que un problema estructural de la economía argentina es su carácter de economía bimonetaria y habilita, implícitamente, una discusión de fondo sobre el tema.

La principal causa por la que se recurre al dólar es por su disponibilidad como “reserva de valor” y la falta de instrumentos monetarios en pesos, simples y confiables, que lo sustituyan y faciliten ahorros mínimos. Esto se puede hacer técnicamente, muy fácilmente, con la dificultad que representa el remover los limitantes culturales, lo que lo hace difícil. Modificar las costumbres para la mejora de vida de las mayorías, es Política.

La pandemia evidenció en el mundo las ficciones a las que los poderes económicos dominantes internacionales estuvieron sometiendo a los países, grandes y chicos, obligándolos a adoptar políticas económicas de austeridad o endeudamiento contrarias a sus propios intereses. Y Argentina, con la permeabilidad descrita, facilitó a Macri en su período de actuación endeudante la que sigue actuando ahora mismo como herencia política parcialmente ineludible, en todo momento.

En el plano financiero, los procesos de concentración, centralización y transnacionalización del capital “libre”, sin regulación, con libre circulación, logran imponer su lógica rentista, de giro de utilidades al exterior y fuga sistemática de capitales conforme a la rentabilidad extraordinaria en divisas de un ordenamiento jurídico, económico y financiero especialmente diseñado a estos fines, provocando en ese andar tremendas desigualdades.

Hoy, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) funciona como un ejército de ocupación al servicio del capital financiero transnacional, movido a su vez por intereses privados controlados por empresas extranjeras con las que se alían los nacionales en los procedimientos implementados de dominación de la O.N.C.A.[1]

Para hacer los cambios estructurales que el país necesita en el sistema económico y financiero hay que correr riesgos, como recientemente nos decía Daniela Gabor, profesora de la Universidad de Bristol, Inglaterra, en el seminario organizado por el BCRA, el 18/11/2020, sobre el rol de los bancos centrales: “Los políticos no tienen la voluntad de correr los riesgos que acompañan los cambios estructurales. Los bancos centrales son adversos a correr ese tipo de riesgos. Al capital financiero internacional se lo ha dejado crecer mucho en todo el mundo y ahora no saben cómo hacerles frente”. 

Incluso, actuaron imponiendo leyes en los países afectados que obligan a los Estados a financiarse con el sistema bancario del que ellos son los beneficiarios, de manera tal que los gobiernos no pueden hacerlo directamente con el banco central o el Tesoro, como se hace en aquellos países que impulsan el desarrollo de sus recursos en beneficio de su población. El paso de volverse independientes está disponible y es posible en Argentina, ahora. ¿El Peronismo no puede?

Es necesario modificar la Ley de Entidades Financieras, y en este sentido sugerimos seguir el camino canadiense, donde todos los organismos —estatales, provinciales y municipales— se financian directamente con el banco central. El Banco Central debe pasar a ocupar nuevamente el rol de BANCO DEL GOBIERNO. El Estado debe dejar de pagar intereses y financiarse en forma directa con el Banco Central, este es el eje principal a modificar. El BCRA se debe convertir junto al BICE, y en combinación orgánica con el Banco Nación, en Banco de Desarrollo, como hizo Bolivia en los 14 años de gobierno de Evo Morales.

Es necesario federalizar el Banco Central y, congruentemente, crear seis bancos regionales que funcionen como órganos financieros de las provincias.

En Canadá, el Banco Central tiene la obligación, por ley, de financiar tanto al Estado nacional como a los Estados provinciales y municipales, sin intereses. No hay límite para el gasto público, ni para el endeudamiento. Para el Estado no hay intermediarios, ni operadores ni bancos, ni agentes ni corredores de bolsa, tampoco intereses, pero sí hay controles, que son diferentes y acompañan el crecimiento con responsabilidades divididas y eficaces.

Si no recuperamos el control del Banco Central para ordenar el sistema financiero, terminando con la financiarización de la economía, ninguna transformación importante será posible y, en consecuencia, la condena del crecimiento del hambre en importantes franjas de nuestra población será inevitable.

El dólar funcionó históricamente como un instrumento de la O.N.C.A. (la oligarquía actual) para desestabilizar o empujar las variables macroeconómicas a su favor. En la Argentina quedó demostrado con creces que el tipo de cambio está determinado por los flujos de capitales concentrados.

Para eso, las teorías económicas aplicadas en Argentina están expresamente diseñadas para otras realidades y son las responsables de los permanentes fracasos. Aldo Ferrer sostenía, inspirado al respecto por Marcelo Diamand[2], que era necesario desconectar las finanzas nacionales de los mercados del exterior, limitando fuertemente la circulación de capitales especulativos. Creemos que este camino recomendado por Aldo Ferrer es el que debemos transitar, por fuera de los canales previstos hasta hoy por el Estado argentino, resguardando el bien común.

Está demostrado que la política monetaria que venimos usando desde hace 40 años no puede reactivar la economía, y, por consiguiente, es incapaz de sacarla de una recesión, como resulta imperativo. Esto hace parte del Pacto Electoral.

Por imperio de la pandemia, en el mundo pasamos de lo terrible de los déficits públicos a “lo bueno que son” para impulsar la actividad económica. No parece ser así en Argentina, donde se nos coloca a los argentinos en la incómoda situación de “no hacer peronismo, en aras de ideas neoliberales dominantes”.

Llama la atención que ahora, en el 2020, en el mundo el equilibrio fiscal se puede dejar de lado frente al Covid, pero no lo podíamos hacer antes para eliminar la pobreza. Y las acciones del Poder Ejecutivo parecen decirnos que no podríamos usarlo ahora. Somos demasiado sumisos a los intereses creados.

La suspensión a nivel mundial de estas reglas encorsetadoras implica un reconocimiento explícito de que el sector público es el único que puede impulsar la economía y fijar como objetivo la tarea de alcanzar el pleno empleo por medio del gasto público.

La desocupación es un claro reflejo de que a la economía le falta mucho gasto del Estado para dinamizar los factores económicos disponibles.

Debemos dejar de lado las indicaciones de los poderes financieros internacionales y diseñar políticas monetarias que respondan a los intereses de las mayorías nacionales, recuperar la soberanía monetaria y declarar las divisas un bien estratégico. Como tal, cuidarlas para utilizarlas en las importaciones de los elementos necesarios para sostener el trabajo de los argentinos. Los bancos extranjeros deberían tener una legislación adecuada a su rol secundario, más restrictiva, modificando la ley de Inversiones Extranjeras y con eso confeccionar las reglas diferenciadas para los bancos comerciales.
           La instalación de políticas contrarias al interés nacional incluyó la destrucción paulatina de las capacidades regulatorias del Estado, haciendo creer muchas veces a los desprevenidos que los elementos del interés nacional son contrarios a las correctas reglas de la economía nacional.

Argentina, con millones de desocupados, con carencia de millones de viviendas, con terribles bolsones de pobreza, siempre justificó la utilización del gasto público como herramienta para terminar con la desigualdad y la pobreza, mientras que esta ha crecido desde hace 45 años al 7% acumulativo. Un dato que dice claramente que algo hay que cambiar con el liderazgo de nuestros dirigentes a la cabeza. Así hacemos en el Peronismo.

Terminar con la Restricción del Gasto Público. Se hace necesario terminar con las políticas de restricción para salir rápidamente de la recesión. Debemos aplicar nuestra Soberanía Monetaria para resolver los problemas recurrentes de forma definitiva. El presupuesto de un gobierno peronista tiene como principal objetivo utilizar todo el gasto público para alcanzar el pleno empleo. Debe orientarse a que sean las Pymes Argentinas de Capital Interno, las Cooperativas y el Estado la correa de transmisión para alcanzar este objetivo. Argentina puede utilizar el Peso, introducido por el BCRA, con reglas adecuadas para poner en marcha todos los proyectos productivos existentes o a crearse, a los efectos de crear rápidamente el pleno empleo, que son unos 20 millones de trabajos dignos, empezando ya. No necesitamos dólares para eso.


[1] O.N.C.A.,Oligarquía Negociadora Cipaya Argentina, publicado en Blog “ASOFIL”, Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, Dic. 2018 Autores: Lic. Alejandro Romero e Ing. Bruno Capra. 

[2] Ing. Marcelo Diamand, autor del libro Doctrinas Económicas, Desarrollo e Independencia (1973). Se relaciona con el divorcio entre las ideas y las acciones de la realidad por la increíble inadecuación entre el pensamiento y la acción. La idea fue (y sigue vigente) posibilitar que la crisis y la dependencia económica en que se encuentra Argentina se debe a las ideas equivocadas con las que nos manejamos.


[1] Lic César Crocitta e Ing. Bruno Capra, ambos UBA y dirigentes empresariales, Grupo Bolívar.